Hay bromas… Y bromas. Y las hechas nada más levantarnos son las que más nos fastidian porque, como estamos medio dormidos, no atinamos, y encima de todo como no coordinamos bien pues hacemos más el tonto.
En esta ocasión la broma se las trae. Poner un maniquí en la cama de la chica y, cuando despierta, pues claro, arma la de Dios.