Albert Einsten es el paradigma que siempre se cita a la hora de destacar una cabeza por demás talentosa, incluso fuera de los límites que los humanos conocemos, y es por eso que, tan pronto se conoce el caso de algún chico con capacidad superiores para adaptarse al mundo de la ciencia y demás, se le compara inmediatamente con el físico más brillante que haya existido alguna vez.
Ahora, el último en ser objeto de esta comparación es un joven norteamericano, llamado Jacob Barnett, cuya vida comenzó siendo bastante más difícil de lo que es actualmente, cuando fue diagnosticado de autismo grave a los dos años de edad, cuadro que sin embargo evolucionó a su favor, y que le permite, con apenas 14 años, encontrarse realizando un doctorado de física cuántica en la ciudad de Indiana, en Estados Unidos.
De hecho, el caso fue desesperante al principio para sus padres, considerando que al detectarse la anomalía en el entonces bebé, los expertos que lo atendieron, dijeron que tal vez nunca podría leer o atarse los zapatos, y pocos años después relativamente, apenas 12, parece que nos encontramos en presencia de quien será el futuro premio Nobel, allá por mediados del siglo que recién comienza.
En este sentido, además, no se puede dejar de destacar que incluso al poco tiempo de ser diagnosticado, el cuadro de Jacob pareció empeorar, dado que había dejado de emitir sonidos por completo, y sus padres temían que nunca más tuviera la capacidad de hablar, por lo que lo pusieron a disposición de varios especialistas, que le guiaban para que al menos consiga desarrollar las habilidades más básicas.
La sorpresa fue total luego, ya que la propia madre de Jacob, Kristine, relata que “cuando volvió a hablar, lo hizo en cuatro idiomas”, y fue entonces cuando junto a su marido se dieron cuenta de que tenían un niño con una habilidad sumamente especial.