Para cualquier director encontrarse detrás de un proyecto como Tintín será un sueño pero también una pesadilla. Sueño porque es un personaje maravilloso que ha vivido muchas aventuras, ha cruzado las fronteras de la ficción y atraerá toda la atención mediática. Pesadilla para convencer a todos los seguidores del personaje de Hergé construyendo a la vez una película que pueda llevar a los cines a todo tipo de público es una proeza que se encuentra al alcance de muy poca gente. Y podemos decir que Steven Spielberg ha conseguido llevar al personaje al cine sin que se convierta en una terrible pesadilla.
La primera película de esta proyectada trilogía sirve como presentación y se nutre de dos historias creadas por Hergé: la que da título a la película, El Secreto del Unicornio, pero también El Cangrejo de las Pinzas de Oro. Tintín compra la maqueta de un barco, el Unicornio, que su travieso perro Milú rompe permitiendo el descubrimiento de un pequeño pergamino que iniciará la aventura. Perseguidos por Ivanovich Sakharine contarán con la ayuda del Capitán Haddock para descubrir el secreto que escondía el barco. Aunque la película no adapta un único álbum, la fidelidad al fondo y al tono de la historia es una de las primeras cosas que se puede destacar. El deseo de aventura y de maravillarse con cada descubriendo están perfectamente reflejados en un guión que une dos aventuras y mezclar argumentos pero que crea una trama coherente e intrigante. Desde el primer minuto pasan cosas, la presentación de Tintín es parte del planteamiento de la acción y rápidamente ya tenemos las primeras persecuciones, los primeros disparos y un viaje en barco. El ritmo de la película no se pausa: aventura, descubrimientos y situaciones de peligro se suceden con Tintín, Milú y Haddock, un trío de personajes que conserva la química original.
La película no engaña y nos da acción y aventura dejando para otros productos las grandes reflexiones y los análisis más complejos. Y eso es suficiente para crear un poco menos de dos horas de diversión y escapismo, que adapta los trucos y las constantes de los álbumes del personaje. Tenemos a Milú corriendo por toda la ciudad para salvar a un Tintín atrapado dentro de una caja; secuencias de acción que ya eran memorables en manos de Hergé y que llegan a cotas aún más espectaculares bajo la dirección de Spielberg, y las notas de humor habituales, como los desiguales combates de Milú con perros enormes que terminan de la manera más inesperada.
En esta película no podemos separar las actuaciones de la técnica, es una película en 3D en la que se ha captado el movimiento de los actores para animar a los personajes. Elegir una apariencia estética para esta película no era nada sencillo: se podía optar por una animación de estilo similar al dibujo de Hergé pero sus particularidades artísticas no convierten esta opción en la más adecuada (y algunas adaptaciones existentes lo demuestran) , una película de imagen real tenía también algunas dificultades de ambientación, la animación en 3D basada en captación de movimiento, viendo ejemplos como Polar Express o Beowulf , ofrecía algunas dudas respecto a la frialdad ya la sensación de irrealidad que dan los personajes. Pero al ver la película las dudas desaparecen y entiende que la animación en 3D es una de las mejores decisiones que se han podido tomar: los actores están convincentes, especialmente Andy Serkis (Capitán Haddock) que tiene muchísima experiencia en estas tareas, y la animación permite generar secuencias de acción increíbles y de una potencia inaudita. Jamie Bell compone un Tintín creíble, ávido de aventuras y confiado, que depende de Milú, perfectamente representado gracias al 3D, para salvarse en muchas ocasiones. El resto de actores compone un reparto de personajes que se parecen a los originales y que conservan gran parte de su encanto, confirmando que la tecnología ha mejorado mucho y los personajes cada vez son más reales y naturales.
Las aventuras de Tintín son entretenimiento puro y acción sin límites y tiene personajes carismáticos y una historia que mantiene la atención de principio a fin. Si inicialmente el proyecto generaba alguna duda, sus 106 minutos (con unos títulos de créditos fantásticos) las disipan y te dejan convencido, sonriente y con el deseo de que ir a ver Tintín se convierta en una tradición anual.