Hay un momento en la vida de todo hombre en el que realmente te das cuenta que, a pesar de todo, estamos firmemente unidos a nuestras pelotas, aunque algunas veces nos damos cuenta de ello con algo de dolor.
Este pobre esquiador casi pierde sus piezas más preciadas por un mal cálculo de distancia y velocidad… pero está claro que le duele tanto a él como al comentarista, que casi llora.
Dios, no me puedo ni imaginar el dolor que este pobre hombre va a sentir en los días siguientes.